martes, 16 de noviembre de 2010

TRASTORNOS DE ALIMENTACIÓN Y SOCIEDAD

Tanto la anorexia como la bulimia, son categorías más bien recientes
en las clasificaciones psiquiátricas. Efectivamente, la
epidemia surge en las últimas décadas y los servicios de salud
mental han de hacerse eco de ésta, incluyendo esta enfermedad
entre sus objetos de estudio, describiéndola y haciendo
de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) el motivo
de protocolos y tratamientos. Pero también hay que decir que
los TCA son, como buenas patologías contemporáneas y desde
el punto de vista nosológico, meros síndromes descriptivos.
Sobra decirlo para la obesidad como enfermedad psíquica,
descrita únicamente por la excesiva masa corporal del individuo
–aunque como enfermedad médica sea la causa de otros
muchos problemas (diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial,
etc.)–. Pero la anorexia y la bulimia se consideran también
únicamente por su envoltura descriptiva: bajo índice de
masa corporal; amenorrea, y pérdida deliberada de peso, inducida
y mantenida por el mismo paciente, en el caso de la primera,
y con episodios de polifagia que el paciente trata de
contrarrestar con métodos purgativos o con ayuno, en el caso
de la bulimia.
Así, se trata de una enfermedad contemporánea, en el sentido
de que el gran aumento de su incidencia y prevalencia data
de los últimos 25 años. Pero también en el sentido de que,
como entidad nosológica, surge en la era de la psiquiatría descriptiva,
sin un debate previo sobre su etiología y psicopatología.
En la psiquiatría no hay una investigación de la estructura
subjetiva en la que incide, cosa que sí hay para la depresión, la
esquizofrenia, la neurosis. Todas estas enfermedades, que tienen
un mayor recorrido en la historia de la psiquiatría y, aunque
se hayan querido simplificar sus criterios diagnósticos en
las clasificaciones, sí hay diversos cuerpos teóricos que las
han sustentado nosológicamente en el pasado, y que subsisten
muy a pesar de la ola de ateorismo actual (las clasificaciones
internacionales se jactan de ser “ateóricas”).
Por último, y sobre todo, la anorexia-bulimia y la obesidad,
son patologías contemporáneas por ser un efecto de la época:
del capitalismo tardío y su empuje al consumo como único imperativo
tras el hundimiento de los valores de la sociedad previa,
en la que imperaba el llamado por Lacan “discurso del
amo”. Es decir, la época pretérita, en la que el sometimiento
del sujeto era a una ley sostenida por la figura del padre, en la
que la prohibición, y por lo tanto la represión, como mecanismo
de defensa, promovían enfermedades psíquicas diferentes
(neurosis obsesiva, histeria, etc.). Pero actualmente, en las sociedades
occidentales ricas, el amo, representado por el discurso
mediático (no ya por el rey, ni el líder, ni el padre), lo
que promueve es el consumo indiscriminado de objetos perecederos 
que se puedan renovar casi en el mismo momento de empezar
a hacer uso de ellos: así, si antes uno adquiría un objeto
de buena calidad (un abrigo, un auto, etc.) era “para toda la
vida”; ahora, se sustituye el televisor, el computador o el teléfono
celular por otro más nuevo en poco más de un año. Y así como
la época empuja al consumo, también promete la felicidad
por medio de este consumo desaforado.
La delgadez, que es uno de los rostros del éxito y la felicidad,
también se compra en forma de productos adelgazantes,
light o tratamientos estéticos, que ponen en marcha la máquina
del consumo y, por tanto, interesan a la sociedad capitalista.
De esta forma, hoy día, la falla constitutiva del ser humano
–ese punto de frustración, de insatisfacción que se asumía en
épocas pasadas sublimándose, bien a través de producciones
culturales (poesía, pintura, música), bien reprimiéndose y
aflorando luego como síntomas neuróticos– se trata de negar,
no por los individuos como mecanismo de defensa, sino por la
sociedad en general. La promesa es que la felicidad es posible,
sólo hay que tener dinero para comprarla. Se ha mutado el
afán de ser por el de tener.
En este contexto, surgen los síntomas contemporáneos,
efectos de la época, que se ceban más en los individuos niños
y adolescentes, más vulnerables al efecto del discurso consumista
que promete bienestar.

2 comentarios:

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